No acostumbro ver los partidos desde la cabecera norte, zona de la barra. Suelo estar tan concentrado en el partido que cada que voy, canto poco, así que prefiero una sección más "pasiva". Es curioso que se vivan dos ambientes totalmente diferentes: "El tablón" como dirían los sudamericanos, requiere más intensidad y constancia para no dejar de cantar, donde hay aficionados que dedican el partido entero a hacer que la tribuna se haga sentir. Otros, los más analíticos, prefieren la platea o alguna otra sección. Ninguna mejor que la otra, simplemente son dos formas de vivir los partidos.
Por azar de las circunstancias al conseguir boletos, volvería a nuestra cabecera local para ver el debut del equipo, algo que me agradaba, pues estaría en la parte más colorida del estadio.
Desde la entrada y el breve recorrido entre la calle y mi asiento en la tribuna ya se sentía la emoción de pisar nuevamente el estadio. En los días previos había dudado si habría mosaico, esa tradición que en México retomó nuestra afición. Al llegar a la tribuna se fue la duda: habría mosaico. No tradicional con papel, pues en una decisión inexplicable de la Femexfut, desde el torneo pasado había sido prohibido, pero siempre hay maneras, y La Sangre había encontrado la suya: Un mosaico de banderas.
En cada asiento había sido colocada una pequeña bandera, que en conjunto dibujarían franjas de nuestros colores. La gente no dejaba de bajar por la escalinata de la tribuna, el fin de la espera por futbol mexicano se acercaba.
Antes de la salida del equipo alcancé a ver a un aficionado con una camiseta original que tenía dos patrocinadores atípicos, uno en la manga derecha y otro bajo la zona del número. Me extrañó, pero pensé que se trataba de un regalo de los patrocinadores a ese y otros aficionados. No me gustó, pero le resté importancia.
"Sale el azul", entonaba la barra, mucha gente en la cancha. Salió el equipo, las banderas se levantaron y la intensidad de los gritos aumentaba. Mientras los jugadoresse acercaban para recibir a Tigres en el tradicionalmente europeo "pasillo", viví mi primera decepción de la temporada, una decepción estética. La extraña playera que portaba aquel aficionado sería a partir de ahora algo oficial, Cruz Azul tendría dos patrocinadores más: Volaris y Tecate. Me quejé por esa "suciedad" en nuestra camiseta, pues no somos un equipo que necesite ingresos por la venta de espacios en ella, y eso es lo que la hace hermosa como pocas en este país.
Me resigné pese al mal sabor de boca, y confirmé la alineación. Sin sorpresas, el lesionado y los suspendidos serían cubiertos por los jugadores pronosticados en la semana. Los canteranos Pereira y Cortés tomarían sus lugares, mientras que solo uno de nuestros refuerzos, Bravo, jugaría.
Esos eran nuestros parches, unos esperados, otros no. Arrancaba el partido por fin.
¿Tecate y Volaris? Un espanto en nuestro uniforme. |
Después comenzaron los nervios pese a las sorpresas agradables. Araujo y Aquino, nuestras últimas joyas canteranas hacían lo suyo: uno pese a la corta edad, ordenaba con autoridad la defensa central; el otro volaba por la banda derecha como ya nos tiene acostumbrados.
Tigres dejó de ser el visitante temeroso de tantos años, nos complicó bastante. Jair Pereira y Adrián Cortés me provocaron algunos corajes por las malas marcas, al igual que Vela por la poca productividad de nuestra banda izquierda. Deseé, tanto como nunca lo hice en pretemporada, la vuelta de los titulares y la integración de Maranhão.
Lo único que me hizo distraerme de ese incómodo momento fue la curiosidad por saber qué pasaba con varios aficionados, que de pronto voltearon hacia atrás en la tribuna. Era Fausto Pinto en un palco la razón de la distracción, pues repartía autógrafos de buena gana, según me dijeron. Nunca alcancé a ver.
Gol de Villa invalidado, nos quedó lejos. No supimos (hasta más tarde) qué había pasado en esa jugada (una de las desventajas de encontrarnos en cabecera). Todo seguía igual, nuestras ausencias comenzaban a pesar y los errores seguían apareciendo de pronto.
Volteé a ver a los regios al otro lado del estadio, el gol les pegó duro, callaron durante gran parte del partido, contrario a lo que los medios y la gente suelen decir sobre esa afición.
Nuestra gente estaba tensa, comenzaba a presionar al equipo. La salida de Bravo mostró la opinión de gran parte de la grada, tal vez sobre el fichaje en general, aunque sin duda por el nivel mostrado del partido. Abucheos en su mayoría, desde mi percepción.
Y llegó el empate. La honestidad decía que ya era hora de que llegara, el sentimiento hizo que molestara igual.
De futbol no tuvimos mucho más, nos salvamos sobre el final, incluso. Un empate que no gusta por nuestra ambición como locales, pero se entiende que es un buen trámite dadas las circunstancias.
Salimos del estadio como dejando una fiesta a la que le faltó algo. Con el gusto de volver a vivir esas sensaciones, pero la bronca de no haber ganado.
Esperemos que llegue la primera victoria en el Jalisco.
"Invasión" |
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